El respeto a la decisión de suspender el embarazo y el reconocimiento de los matrimonios entre personas del mismo sexo coloca a la Ciudad de México entre las urbes del siglo XXI con una mirada más equitativa y humana; sin embargo tiene pendiente el reto de abrir más espacios para la formación de ciudadanas y ciudadanos críticos con conocimientos sólidos, capaces de construir una sociedad sin pobreza ni ignorancia. Apenas hace diez años, nuestra ciudad inauguró su Universidad, la Autónoma de la Ciudad de México (UACM).
Desde su inicio, se planteó como una institución alternativa que formara estudiantes con conocimientos humanistas y científicos, con conciencia de los problemas sociales y herramientas para trazar los mejores caminos para resolverlos. Tarea difícil en tiempos del apogeo de la mentira y la violencia. Para acometerla, se requiere de la convicción de que la universidad debe ser, por antonomasia, el espacio en donde crezca la brizna de hierba que irradie el verdor de esperanza que necesita el país; para lograrlo, necesitamos que la simulación y la autocomplacencia queden fuera de ella. Los y las maestras son la piedra angular de esta tarea. No significa que sean los responsables únicos de la educación y, menos aún, de los fracasos que se tengan en algunos programas. Las instituciones deben proveer las estructuras para que se lleve a cabo la misión más importante de la sociedad: formar a las nuevas generaciones. Sin esto, la educación que necesitamos se vuelve tarea imposible por muy buenos maestros que se tengan.
En la UACM tenemos, además, el reto de crecer académicamente para responder con pertinencia y excelencia a los problemas de la ciudad. Nuestro compromiso es convertirnos en una institución con capacidad científica, tecnológica, artística y humanista que responda con rapidez y efectividad a los fenómenos naturales que nos acechan, a la necesidad de vivienda y de mejorar el tráfico vehicular, la administración pública, las tecnologías, la salud y el medio ambiente, y a la permanente necesidad de crear arte, cultura y educación para todos y todas.
Reconocemos la crisis que estamos viviendo como producto del crecimiento y la necesidad de hacer correcciones en el camino. Hoy somos muchos los uacemitas comprometidos con el gran trabajo que nos encomendó la sociedad. No aspiramos a la perfección, pero sí a realizar nuestra tarea con excelencia, poniendo nuestra inteligencia, capacidad y corazón. El sábado, en un reportaje en Excélsior, se mencionaron a unos cuantos profesores-investigadores de la UACM miembros del Sistema Nacional de Investigadores (SNI), pero es una muestra muy pequeña: tenemos cerca de 100 miembros del SNI y también cientos de profesores que imparten docencia de alta calidad, aun cuando no estén en el SNI. Hay profesores que no tienen licenciatura, sin embargo, esto se ha ido resolviendo, porque los propios maestros se están ocupando de obtener su título. Tenemos, como todas las instituciones, problemas con profesores con dobles tiempos completos, lo que ya ha sido abordado por el Consejo Universitario. Hacer que todos y todas cumplamos lo que marca la ley y el estatuto de la UACM es responsabilidad del abogado general y de la Contraloría General, no de la Rectoría.
La UACM está próxima a realizar su segundo Congreso, en el que la comunidad universitaria analizará la situación académica de nuestra institución, debatirá y planteará los caminos que hemos de seguir para consolidarla como una universidad de alto rigor académico, con un modelo educativo alternativo y generoso. Queremos que cumpla su destino como la gran Universidad Autónoma de la Ciudad de México, del país y de América Lati na, pero requerimos unidad, compromiso y trabajo para construir la institución que anhelamos y que necesita nuestra ciudad capital.
*La autora es científica y Rectora de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México
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