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viernes, 6 de mayo de 2011

La República de las Letras (Arturo Santillana Andraca)

La UACM y la república de las letras

Arturo Santillana Andraca*

A través de las páginas de la prensa, en las aulas y los pasillos hemos seguido de cerca la difícil situación por la que atraviesa la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM). He de advertir, que formo parte de este proyecto académico casi desde su fundación. La UACM nace como Universidad de la Ciudad de México (UCM) en 2001, por decreto del entonces Jefe de Gobierno del Distrito Federal, Andrés Manuel López Obrador. No obstante, era un proyecto que ya estaba presente en la agenda del gobierno de la Ciudad de México desde la administración del Ing. Cuauhtémoc Cárdenas.  Pero se trató, también, de una respuesta de gobierno a una demanda social de vecinos, por ejemplo, de Iztapalapa que venían solicitando espacios educativos. La cárcel de mujeres de santa Martha Acatitla dejó de serlo para convertirse en la sede de una preparatoria del Instituto de Educación Media Superior (IEMS) y un plantel de la UACM llamado  “Casa Libertad”.
Al igual que otros planteles de la UACM como San Lorenzo Tezonco o Cuautepec, el de Casa Libertad se encuentra en la periferia de la ciudad no por algo fortuito. Sino porque nació con el propósito de trabajar con los estudiantes excluidos de la educación superior, pero que tienen su certificado de bachillerato y el deseo de convertirse en profesionistas. Esto es, en personas que se pueden vincular con su entorno social a través de las letras.
Ingresé a la UCM a un año de su inauguración, convencido de que la educación es la vía más noble para intentar cambiar el mundo. Y digo “intentar”, porque nos enfrentaríamos con francas dificultades al dimensionar el “mundo” y al medir el “cambio”. En fin, no estorba soñar.
Lo primero que pensé al tener la fortuna de trabajar como académico en la UACM, fue la de sentirme parte y pionero de un proyecto que se iba construyendo día a día con libertad, mucho entusiasmo y, por supuesto, cantidad de errores propios de la acción humana que experimenta y construye.  En aquél entonces, Pedro Reygadas era el coordinador del Colegio de Humanidades y Ciencias Sociales, Iván Gómez César era el Coordinador Académico y Manuel Pérez Rocha fungía como  rector. Excelente equipo. Tenían la paciencia de asumir que muchas de las decisiones académicas se debían tomar colectivamente.  Al principio, todos discutíamos todo: el funcionamiento de los cuerpos colegiados de académicos por licenciatura o ciclos de estudio (academias), la curricula de las distintas academias por colegio, los ciclos de estudio, licenciaturas que estaban por crearse, los planes y programas de las licenciaturas. Manuel tenía muy claro un proyecto de Universidad lo compartamos o no, lo maticemos o no.  Se trataba de la república de las letras. Desde que lo conocí, siempre me sorprendió su entusiasmo, su escucha, su paciencia y, por supuesto, su habilidad política. Podía conducir en medio de la libertad, la democracia y el autoritarismo. Hasta en eso ensayábamos. Era una universidad naciente pero viva, se estaban consolidando sus cimientos.
En lo personal estoy muy agradecido con los estudiantes porque, a pesar de las campañas en contra de quienes no apuestan a la educación sino al negocio, de  los que piensan que se puede hacer una república sin letras; muchos de ellos, no interrumpieron sus estudios, sino al contrario, nos acompañaron en la odisea. Todo, hasta las aulas, se estaba construyendo. Y los estudiantes, también tuvieron paciencia. Recuerdo mucho a una estudiante que en una clase de teoría política en la que revisábamos la crítica de Marx al modelo teórico contractualista que explica al Estado como resultado de un pacto social, le pregunté cómo entendía al capitalismo. Y me respondió, palabras más, palabras menos: “es un sistema en el que los que más ganan dinero, quieren seguir ganando”.  Y apenas iba comenzando el curso.
Además de la paciencia, el esfuerzo y la lealtad, los estudiantes tenían entusiasmo. Si no, no habrían estado ahí, no estarían ahí. Antes de ingresar a la UACM había impartido clases en otras universidades púbicas: en la UNAM y en la UAM, y nunca me había encontrado con un estudiante que laborara como policía de tránsito, como trabajadora doméstica, como despachador de gasolinera en fin… Estudiantes-trabajadores. Muchos de ellos grandes talentos a los que les hacía falta aquello que el azar arbitrariamente niega.
La universidad es un espacio de aprendizaje, de formación, de investigación, en el que podemos ejercer la libertad de dedicarnos a la tarea de pensar. Además de vivir un  universo de opiniones, reflexiones y modos de ser; en la universidad se tejen amistades, amores y desamores. Es un espacio de las relaciones sociales más a salvo de la violencia y más cercano a la prudencia. Justo por trabajar con las letras, la universidad permite la pluralidad, la diferencia, la crítica.
Por supuesto que hubo muchas veces en que mi ánimo decaía: ¡los estudiantes no leyeron! ¡No los supe motivar! ¡Qué hago aquí! Pero también es verdad que sus historias de vida, me permitían explicar, en gran parte, su dificultad para avanzar más rápidamente en sus estudios. Muchas de las estudiantes de la UACM son madres solteras o madres con pareja, pero que también trabajan y se proponen estudiar para seguir superándose. Y entre, otros motivos, se quieren seguir “superando” para correr con mayor suerte en el mercado laboral, por un lado muy competitivo, pero en el que, también, se pone en juego hasta la forma de vestir y de arreglarse, el color de la piel, los rasgos corporales. Un mercado, por cierto, que está muy lejos de regirse por la “competencia perfecta”; en el que se pagan sueldos de hambre y que por supuesto subsiste al margen de la legalidad y sustentado en la fuerza desmedida del dinero.
Otra parte importante de los estudiantes de la UACM han crecido sin libros en sus casas, con cantidad de familia compartiendo sus hogares; esto es, sin intimidad, sin condiciones propicias para estudiar, o asumiendo labores domésticas que les absorbe gran parte de su tiempo. Por si fuera poco, aunque cuentan con su certificado de bachillerato y el deseo de llegar a la Universidad, muchos de ellos carecen de una formación adecuada y con las habilidades necesarias para estudiar una carrera; pero lo quieren hacer, tienen el derecho y el Estado la obligación de solventar su formación. ¿o ahora resulta que el Estado puede solventar una costosísima, irracional y obcecada guerra contra el narcotráfico, en la que además están muriendo cantidad de jóvenes, de seres humanos de uno y otro lado; pero no puede invertir en la educación de sus futuros ciudadanos? ¿Acaso es más prioritario salvar banqueros, tapar negocios turbios, no dar cuentas y gobernar para una casta de burgueses, que invertir en un valor tan universalmente ético como es la educación?
Para colmo, muchos de nuestros estudiantes viven con una fuerte depresión, en un país donde no existe la cultura ni el dinero, para tratar este tipo tan común de padecimiento. La UACM fue, al menos, una segunda opción, después de haber presentado exámenes de admisión para otras universidades. Nosotros como sociedad, como Estado, ¿qué le vamos a responder a los jóvenes que fueron excluidos –aunque les digan rechazados- de la educación superior: que ya no estudien, que se vayan de ambulantes o al narco, o de plano que “se chinguen”? El hecho de que el Poder Ejecutivo de la nación esté en manos de un necio que se obstina en derramar sangre, no implica que el resto de los ciudadanos nos olvidemos de que la salud, la educación y el trabajo, son también responsabilidades sociales del Estado.
Que me disculpe la opinión pública, que me disculpen nuestros representantes en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal o la aristocracia del saber, pero la UACM no es responsable y, mucho menos los estudiantes,  de ser víctimas de un sistema educativo perverso cuyo gobierno está a cargo de una líder sindical y un escudero que “manda” a los ciudadanos a educarnos con telenovelas y que privilegian la política clientelar, corporativa, premoderna, ambiciosa hasta la grosería,  en lugar de auspiciar la república de las letras.
El reto que tenemos en nuestras manos, es tan grande como nuestra responsabilidad social. La UACM ha tenido que ir evaluando cotidianamente sus resultados. Prueba de ello, está en el Programa de Integración, que fue diseñado, justamente, para intentar solventar las deficiencias que algunos estudiantes traen de su educación anterior. Una vez que han salido sorteados ante notario público, para ingresar a la UACM, los estudiantes aplican una evaluación para ver si tienen los conocimientos y habilidades suficientes para comenzar el Ciclo Básico de su licenciatura (que tiene una duración de tres semestres), o en caso contrario, se les recomienda que cursen el Programa de Integración, cuya duración es de un semestre, para reforzar conocimientos y habilidades en matemáticas, lectura y redacción y un taller de identidad que les permita reflexionar su decisión, responsabilidad y compromiso al estudiar una licenciatura.
El Ciclo Básico se integra de cursos afines a sus respectivas áreas de conocimiento: humanidades y ciencias sociales; ciencias y humanidades; y ciencia y tecnología. Finalmente un Ciclo Superior (cuya duración puede variar de cuatro a cinco semestres, según la licenciatura) en el que se especializan con una curricula flexible para que los estudiantes, junto con su tutor, vayan definiendo su ruta curricular, conforme a lo que más les interesa. Para acreditar sus cursos se les exige un mínimo de 7 en una escala del 0 al 10 y, para titularse, se les pide un trabajo recepcional, equivalente a una tesis o tesina, según la licenciatura que hayan cursado.
Otra parte fundamental de la universidad son los académicos. Para muchos de nosotros, la UACM se convirtió en una posibilidad de empleo y de desarrollo profesional, en un momento en que se encontraban y aún se encuentran copadas las plazas de las universidades públicas y que  tienen serias limitaciones presupuestales para seguir creciendo.  Además de impartir nueve horas a la semana de clase frente a grupo, los académicos deben realizar investigación, así como dar un seguimiento personalizado al desempeño de los estudiantes a través de la impartición de tutorías, asesorías y dirección de tesis. Todo este trabajo está documentado en informes y planes de trabajo que semestre a semestre entregamos a la Coordinación Académica.
Como se verá la UACM es una institución que a pesar de su reciente creación, ha comenzado a dar resultados. No sólo en lo que se refiere a los estudiantes que se han venido titulando, sino también a la cantidad de revistas[1] y publicaciones; a la difusión cultural y a la extensión universitaria; a las investigaciones en las diversas ramas del conocimiento que nos ha llevado a compartir mesas de reflexión con colegas de otras instituciones de reconocido prestigio nacional e internacional.
Lo que sigue es realizar un diagnóstico de lo que hemos avanzado, así como un ejercicio autocrítico de donde surja la estrategia para seguir consolidándonos. Pero, para ello, no basta solamente con la buena voluntad y el trabajo colectivo e individual de los distintos sectores que integran la comunidad universitaria; se requiere, también, la defensa de nuestra autonomía frente a fuerzas políticas que ven a las universidades públicas como un botín y no como instituciones de producción de saber. Por supuesto que la autonomía no está peleada con la rendición de cuentas. Debemos convencer a la sociedad, incluyendo a sus fuerzas políticas, de la importancia que tiene la UACM para una república de las letras. Aquí es donde debemos concentrar nuestros esfuerzos.
Los problemas fundamentales de la UACM no descansan en la falta de pericia política de su rectora, la doctora Esther Orozco, quien ha cometido el error de exagerar la falta de resultados y menospreciar los logros alcanzados ante una opinión pública que, en su mayoría, desconoce la historia y la complejidad de esta institución. No olvidemos, sin embargo, que la doctora Orozco fue electa rectora por el máximo órgano de gobierno de nuestra universidad, el Consejo Universitario, y por una amplia mayoría de votos respecto al resto de los candidatos (Hugo Aboites y Enrique González Ruiz). Pero me parece que los errores políticos hacia dentro y hacia fuera de la universidad, se pueden subsanar a través de la prudencia y el trabajo. La UACM debe mostrar su responsabilidad, compromiso y fortaleza, más allá de quien ocupe la rectoría. Por más que también me sentí agraviado con lo que la rectora Esther Orozco dijo y la forma como lo dijo[2], en lo personal nunca me vi proyectado y en su momento lo percibí como un error político que podría traer graves consecuencias dadas las ambiciones de los actores políticos del escenario local y federal.
Alexis de Tocqueville en su Democracia en América nos alerta del peligro que se corre para la salud de un orden político legítimo, con la tiranía de las mayorías.  En lo personal, me gusta mucho el trabajo colectivo, pero también soy un celoso de mi individualidad, de mi intimidad. No me gusta que me digan lo que tengo que hacer; prefiero que me lo sugieran con la posibilidad de decidir a favor o en contra sin que despierte conflicto.
Considero que deberíamos hacer a un lado la “grilla”, para salvar académica y políticamente a nuestra universidad. Ello significa impedir que fuerzas políticas externas sean de izquierda, de derecha o de centro, se inmiscuyan en las decisiones fundamentales que dotan de sentido la vida académica de nuestra institución. Rindamos cuentas y rindámoslas bien; pero no tomemos decisiones acaloradas  o apasionadas cuando se trata de decidir el rumbo de la UACM hacia dentro; pero también y, con mucha alerta, hacia afuera.
Demostremos que es posible y vale la pena vivir para una república de las letras.




* Doctor en filosofía por la UNAM. Profesor investigador de la academia de Ciencia Política y Administración Urbana de la UACM. Profesor de Asignatura en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.


[1] Un ejemplo es la revista Andamios que se encuentra dentro del padrón de revistas científicas reconocidas por el CONCYT
[2] Me refiero a un desplegado que la rectora Esther Orozco publicó en los diarios La Jornada y Reforma, así como en la página web de la UACM, el lunes 4 de abril del presente año, en el que sostenía que,  debido a sus magros resultados, la UACM se había convertido en un “fraude educativo”. En este mismo comunicado, exhorta a la Asammblea Legislativa a intervenir con medidas correctivas.

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