En defensa de la UACM
Por René González
Lo más importante de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México son sus estudiantes, la mayoría ha enfrentado situaciones económicas, sociales y familiares muy adversas, precisamente para ellos se pensó esta nueva universidad, que busca en la formación de sus alumnos humanismo, fraternidad, ética, sentido crítico del análisis de la realidad y alto compromiso social.
Hoy son ellos, los estudiantes, los convocados a ser el sujeto colectivo de las transformaciones, a convertirse en el sector que contribuya a superar la creciente polarización al interior de la casa de estudios, y a poner sobre la mesa la necesidad de una reforma racional de la UACM, después de 10 años de aprendizaje. Reforma que preserve y fortalezca la esencia de este valioso proyecto. Esta Universidad surgió y ha crecido ajena al discurso hegemónico del neoliberalismo tecnócrata, a contracorriente del mismo.
Se debe preservar sí el proyecto original de la UACM y su generosidad social, no a partir de la demagogia. Atenta contra la esencia de la Universidad la pretensión de conservar dentro del claustro privilegios a cualquier precio; es derechista enquistarse en una posición política para mantener ventajas personales y evitar se establezcan responsabilidades y reglas iguales para todos. Aunque se practique escudado en un discurso de supuesta izquierda eso es conservadurismo.
La polarización al interior de la UACM sólo conviene a quienes han cuestionado y despreciado a esta institución desde su origen, en la derecha se frotan las manos porque observan que un conflicto que escale y haga inviable la UACM será el mejor argumento para su causa de desmantelar las instituciones de educación superior pública y gratuita.
Son excepciones -y de ninguna manera generalizo- pero algunos de los actores que han centrado la respuesta a la encrucijada de la UACM en la salida de la Rectora, sólo buscan un ajuste de cuentas y no la defensa auténtica del proyecto de la UACM; el movimiento universitario -democrático- históricamente se ha expresado en la defensa de la Universidad Pública, Gratuita y Laica, en la exigencia de un presupuesto que alcance para sus fines académicos y sociales, en el manejo transparente del mismo, en la libertad de cátedra, en la defensa de la autonomía y no en linchamientos personales. Rendición de cuentas siempre, ajuste de cuentas nunca.
Desde el delirio algunos actores promueven la falacia que los más importantes referentes de la izquierda actual apoyan a uno u otro actor para agudizar el conflicto de la UACM, esta supuesta intromisión de dichos personajes es un ardid para llevar agua al molino. El fracaso de la UACM significaría el fracaso del conjunto del proyecto democrático en la Ciudad, por tal motivo es absurdo pensar que exista tal intriga, y peor aún es que se hable a nombre de Andrés Manuel López Obrador para confundir a la comunidad de la UACM. Durante su gestión como Jefe de Gobierno y en los años posteriores ha quedado claro el respeto absoluto de Andrés Manuel López Obrador a la autonomía universitaria.
La UACM es la muestra fehaciente que desde el impulso a la educación pública se puede abrir otra perspectiva para las nuevas generaciones, diferente a la exclusión y violencia que hoy les ofrece el sistema político- económico dominante. La UACM es el orgullo del proyecto democrático, de prevalecer un conflicto que termine por devorarla perdemos todos, naufragaría el profundo significado de construir en los hechos y más allá del discurso un modelo alternativo de País, Ciudad, Educación, Universidad Pública, etc.
El discurso eficientista es una extensión de las recomendaciones en materia educativa del Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos. Es loable la intención de lograr la mayor calidad educativa en la UACM, seguramente se pueden emplear diversos métodos para mejorar o superar los problemas de una institución, pero abstraer a un alumno de su entorno social y medirlo aritméticamente con simpleza nos remite a la lógica mercantil, a supeditar la educación universitaria a las leyes del mercado.
La UACM imparte educación no subordinada a los intereses del mercado, no será la UACM una dimensión más en el esquema depredador de las transnacionales. El marco lógico y otras políticas de corte gerencial no tienen los atributos suficientes para medir la complejidad de una institución como la UACM, en todo caso habría que construir indicadores acordes con los objetivos de la institución en un enfoque de derechos sociales. En nuestra concepción el Estado debe garantizar el acceso a la educación desde preescolar hasta doctorado como palanca del desarrollo nacional.
El intento de implementar una reforma a la UACM desde la ALDF sin el consenso de su comunidad fue un grave error que no sólo implicó una violación a su autonomía: lastimó profundamente la inteligencia de los universitarios.
La defensa de la autonomía de la UACM sobre todo emprendida por sus estudiantes, muestra la claridad del sector para advertir los acontecimientos; involucrarlos como actores centrales de la discusión es la ruta certera para lograr los cambios que se requieren. Los diputados locales que promovieron esa medida también deben una explicación a comunidad de la UACM.
La forma en que la Rectora presentó el diagnostico sobre la situación de la UACM es quizá equivocada, pero la forma no sustituye el fondo, y en el fondo la esencia de la universidad es el pensamiento crítico y la autocrítica, sólo reconociendo sin tapujos los problemas de la institución se podrá afrontarlos y resolverlos. La ausencia de evaluación interna y la simulación son un mal que aqueja a la mayoría de las instituciones de educación superior, si la UACM afronta con serenidad este balance y se piensa más allá de la coyuntura hará algo muy diferente, estará a la vanguardia en el país y podría inaugurar una sana costumbre de asumir deficiencias y sobre todo resolverlas de cara a la sociedad.
Los estudiantes de la UACM, por su perfil, por su conocimiento del mundo real -porque muchos de ellos vieron interrumpidos sus estudios, y tuvieron que trabajar para comer, o sobrevivieron como pudieron antes de volver al aula-, saben que una formación de calidad es la única vía para enfrentar la actual realidad económica y social, por todo ello tienen una gran responsabilidad y oportunidad: de construir un movimiento inteligente, no conservador, no manipulado por el resentimiento; sí propositivo, tolerante y sobre todo reflexivo en torno al proyecto de universidad que puede servir al pueblo y a la Ciudad de México, con discusión en aulas abiertas, sin la puerta falsa del extremismo, desplegando a fondo su capacidad crítica, y por la búsqueda de soluciones racionales a la problemática de la institución.
La Rectora y sus colaboradores tendrían que practicar y promover la mesura y la sensibilidad, hacer el mayor esfuerzo posible por retomar el diálogo directo con la comunidad. El interlocutor no son los medios de comunicación, el interlocutor es la comunidad universitaria, son sus integrantes a quienes se tiene que informar, y con quienes se tiene que consensuar la conveniencia de ciertos cambios, apelando al diálogo desde la diferencia, escuchando, explicando y nunca imponiendo.
Si realmente están preocupados por la UACM los actores más empecinados en ubicar el problema en la renuncia de la Rectora deben retirar esa demanda, el asunto es de proyectos no de personas, y el fortalecimiento de los órganos colegiados a la postre posibilitará la ruta de los consensos, y con mayor fuerza interna con la inclusión de la propia Rectora y de quienes piensan diferente, una universidad es la antitesis del pensamiento totalitario.
La salida democrática y académica más sensata a la situación actual de la UACM es convocar a un gran acuerdo de su comunidad para organizar un Congreso Universitario, como lo marca el propio estatuto. Un Congreso democrático que redefina los ordenamientos que rigen a los académicos, los estudiantes, los trabajadores, y las propias autoridades; no para dinamitar la institución desde una obtusa politización o un juego maniqueo, sí –insisto-, para fortalecerla. Una condición básica para dicho Congreso es el compromiso claro de la Rectora de preservar los principios básicos de la UACM, y sobre todo su carácter público, gratuito y popular.
Es urgente con la participación amplia y efectiva de la comunidad uacemita marcar una ruta crítica, una agenda y garantizar mecanismos democráticos para la integración del Congreso. Este espacio de discusión de la universidad podría presentar sus resultados al Consejo Universitario para que se tomen las decisiones correspondientes.
La UACM es el gran proyecto educativo y cultural de la Ciudad democrática, sus principios son la educación pública, gratuita, laica, universal, científica, humanista, con contenido social, y éstos no están sujetos a negociación ni a revisión. El reto es conciliar entre la generosidad social de la UACM y la calidad de su educación en beneficio de quienes estudian en ella.
A los actores más desconfiados pero genuinos no vale más que un reconocimiento de la legitimidad de sus posturas, no obstante, valdría la pena el apoyo crítico a la Rectora para coordinar el proceso en ciernes, de poco sirve cambiar de personas si en éstas no hay el convencimiento de enfrentar los problemas y más aún de resolverlos. Dejar que las deficiencias hagan raíz es vivir en la autocomplacencia o en la demagogia. Para construir comunidad en la UACM, todos por responsabilidad social están obligados a ceder y poner de su parte.
Como escribió José Antonio Rojas Nieto: "El auténtico espíritu universitario no puede soslayar las formulaciones críticas pretextando falta de cuidado en las formas"
Postdata: En 1999-2000 cuando la huelga en la UNAM, se logró mantener el carácter público y gratuito de la institución, pero la vorágine de extremismos que se impuso en el movimiento no permitió ganar el otro objetivo central: convocar a un Congreso Universitario para repensar la universidad. Mucho se dijo, mucho se escribió, mucho se gritó. Si bien, se frenó la privatización, a una década podemos decir que también ganaron los más conservadores. Debido a la absurda polarización en aquel movimiento, otras realidades de la UNAM que en positivo pudo haber transformado el ímpetu renovador quedaron intactas, así como los privilegios de una burocracia con piel de camaleón. Por cierto del discurso más estridente de aquellas jornadas hoy ni cenizas quedan. No olvidemos que los extremos se juntan…
* Texto a titulo personal que forma parte de la columna Por la calle del desengaño que escribo en Facebook todos los domingos. subrana@hotmail.com
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