LA TAREA HISTÓRICA DE NUESTRA GENERACIÓN
En el contexto de la reforma universitaria de Córdoba de 1918, y de muchos otros movimientos que pugnaban por la libertad absoluta del poder público, la generación del 29 consiguió la autonomía de la Universidad Nacional de México. Esta generación tuvo la conciencia de la necesidad de sustraer los fines de la educación de los gobiernos en turno y de acabar con las viejas estructuras de la cultura universitaria que comprometían el rumbo histórico de la institución. Después de los intentos de 1923 y de 1928, los estudiantes no sólo consiguieron la plena libertad de pensamiento y de cátedra en las aulas universitarias sino que también pusieron en práctica la idea del gobierno universitario, la dirección de los asuntos académicos y administrativos con base en la participación de profesores y alumnos.
La conquista de la autonomía no fue nunca una concesión política sino una conquista de los alumnos por defender su Universidad ante los intentos del gobierno por ejercer un control sobre su vida interna. Los universitarios supieron comprender también que ninguna autonomía es válida si esta no se ejerce para los fines que le dio origen. La mayor libertad para las altas Casas de Estudio nunca fue una demanda en abstracto sino una exigencia que supone derecho y obligación: la libertad en la autonomía sólo puede llevar al autogobierno cuando las libertades mismas se ejercen con apego a la conciencia de la responsabilidad, cuando se ve como norma de gobierno, no como anarquía o fuente de privilegios.
Hoy, el concepto de autonomía que nos hereda la generación del 29 debe revalorarse en un sentido fundamental: el gobierno universitario. ¿Qué debemos entender por ello? ¿Significa que las universidades deben contar necesariamente con formas de dirección y administración democráticas? ¿O quiere decir que todas las decisiones tienen que consultarse obligatoriamente a la comunidad universitaria para que adquieran legitimidad? El asunto no es que el gobierno universitario tome decisiones más o menos democráticas o populares sino que este tenga la capacidad de procesar las demandas de los miembros de su comunidad en forma operante y concluyente. De lo contrario sólo puede prevalecer un régimen de anarquías colegiadas que deliberan pero no deciden.
Las decisiones de un esquema de cogobierno entre profesores y alumnos tendrían que ser el resultado natural de un consenso normativo básico dentro de una comunidad universitaria respecto de su naturaleza, fines y funciones. La principal virtud de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México es que cuenta con ello: la idea del acceso universal a una educación superior de alto nivel como bien público. Si ello es así, el autogobierno universitario será el resultado de la siguiente proyección de principios:
Derechos con obligaciones.
Flexibilidad con exigencia.
Innovación con funcionalidad.
Colegialidad con resolución.
Evaluación con transparencia.
Descentralización con gobernabilidad.
La tarea de nuestra generación no sólo consiste en defender la idea del gobierno universitario sino también en la defensa de la educación pública. La UACM está llamada a convertirse en la plataforma histórica a partir de la cual se demuestre que es posible el acceso universal a una educación superior de alto nivel, del mayor rigor y exigencia académica. Llamamos a la comunidad universitaria a sumarse a este posicionamiento y a debatir públicamente, sin dogmas ni sectarismos, el futuro de nuestra universidad.
Cuautepec, México, DF, mayo de 2011.
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